Capítulo 1

Esclavitud


      Aaaw!! No es justo ¡Thomas! –Lo empujó hasta que él chocó contra la pared dónde estaban empotrados los casilleros.

Él se llevó una mano a la cabeza y se aseguró de que no hubiera sangre ahí; muy exagerado de su parte. 

         ¡No quería entrar en esa clase! ¡La odio! –pataleó Lee, mientras yo intentaba alejarla de él antes de que le ponga un ojo morado. La envolví en un abrazo de oso –¡Ange no me interrumpas! Él sabía que odio a esa vieja Jefferson, la última vez que estuve en una clase suya tuve que vomitar como tres veces antes de llegar al baño. –me estremecí –Y dos después de llegar a él ¿Sabes lo que es eso, Thomas?

      ¿Lo que siente Mine cuando se siente gorda? –se burló, él.

Mine era al chica más creída de la preparatoria Hudson y la mayoría de cosas que hablan sobre ella era sobre su apariencia física. Era muy delgada pero bella como una modelo; sólo que eso fue hace poco puesto que ella hace un par de años era la regordeta. En otras palabras la catalogaban como bulímica, sin embargo era popular por su rara belleza.

      ¡NO! idiota –abrió los ojos dramáticamente –Fue horrible, tuve que ir a terapia por lo menos un mes. –Lee me dedicó una mirada de súplica girándose hacia mí. –Ange… tienes que hacer algo. O quieres ayudar a la Señorita Hale con mis terapias. Tú sabes la descripción de mi vómito. –la solté en un instinto de imaginarme a Lee de esa forma. Ella me había estado contando todo eso hace años pero hasta ahora tenía la imagen de ella sobre el retrete pidiendo que se detengan los mareos. Asqueroso, totalmente.

      Lee, por favor –pasé saliva asqueadamente – ¿Podrías ahorrar detalles? ¿Por qué siempre tienes que ser tan específica?

Ella me ignoró y se apoyo en uno de los casilleros. Me giré hacia Thomas que por alguna razón sonreía sin la mayor preocupación del mundo, le dediqué una expresión irritada. 

      Y tú, yo creo que no tenías el derecho de inscribirla en clase de repostería cuando la decisión era de ella y no tuya. –chasqueó la lengua.

      Hey, les estoy haciendo un favor. –llevó sus manos a su pecho (Odiaba ver esa actitud de “tengo razón”) – ¿Hello? Nenas, ambas necesitan algo de feminidad en su rutina. No como las clases de defensa personal con el Entrenador y las peleas de nieve en el aparcamiento sobre el auto de mi tío Albert –Abrió su casillero, sacó un libro de repostería y me lo entregó en las manos; sí que era pesado.

      Espera…dijiste ¿les? ¿haciendo? ¿ambas? –entrecerré los ojos. – ¿Te refieres a que me has inscrito a mi también? –alcé mi mano y la cerré en un puño para darle un duro golpe y así ser la primera en dejarle un ojo morado antes que Lee, y que por esa razón nunca pueda olvidar en lo que se ha metido.

      Ha, ha… Ahora sí, será venganza de a dos –dijo Lee, con las manos en la cintura. Su clásica postura de superioridad. Luego juntó sus manos y las comenzó a frotar con una mirada infernal nos acercamos a él.

      No lo creo –Thomas ladeó la cabeza y giramos a ver. Ahí estaba el supervisor de pasillos justo mirando en nuestra dirección. Todos le dedicamos un mirada tierna como diciendo somos estudiantes buenos. Pero al parecer el supervisor no nos creyó e hizo un gesto llevándose dos dedos a la cara y mostrando sus ojos: los estoy vigilando, gesticuló.

Bajé la mano y sostuve el libro; Lee dejó caer sus brazos soltando un ruidoso suspiro. 

      Pues… no será ahora. Pero sí luego. Espero que sepas dormir con las ventanas y puertas bien cerradas –lo único que le faltaba a Lee era la risa malvada para imitar a la bruja mala de Blanca-nieves. –Mua ja, ja, jaja –ahí lo tienen, hasta la imitó.

Abrí el libro que tenía en las manos e intenté relajarme. Nunca en mi vida había cocinado, quizá hervir agua esa la única cosa de mi anhelada lista. No tenía que preocuparme por ello. A Fernanda, mi madre adoptiva, le encantaba hacer muchos postres los fines de semana y Walter, mi padre adoptivo, era uno de los grandes chefs de la cuidad, tenía un restaurante que esperaba ser catalogado como el mejor, sólo le faltaban algunas estrellas. O sea, estaba rodeada de cocineros y yo ¿tenía que ponerme a practicar? Ni loca.

Además no tenía ese tiempo, había decidido que esas horas extracurriculares las utilizaría para ponerme al día en las otras clases. En esta época del año la flojera manda más y era hora de ponerle fin. Había sacado el menor promedio del salón y eso era de preocuparse. A mis padres no les gustaría que yo fuera así. Tendría que pasarme todos los días yendo a la biblioteca a exprimir mi cerebro para poder aprobar el fin de curso.

        Hablaré con la encargada de las inscripciones. Creo que es la Señorita Hale. Quizá ni siquiera ha entregado la lista –me encogí de hombros, quitándole importancia a la situación. Pero rogaba en el fondo que sea como dije.

        Entonces te deseo la mayor de las suertes. –bufó Thomas.

En algún momento cuando Thomas se descuide le tomaré del cuello y lo estrangularé hasta que me pida perdón por ponerme en repostería.

        Thomas, te odiamos –concluimos las dos al unísono.



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-      Pues yo creo que no va. La lista ya pasó a manos de la secretaria y en estos momentos están colgando la información –la secretaria se encogió de hombros cuando le dediqué una mirada de súplica. –Angella, no entiendo porqué cambiarse de área. Estás muy bien ahí, fue una gran decisión. Me sorprendió mucho ver tu nombre pero me dije a mi misma que quizá quieras hacer esa clase por tu familia, además en un futuro te puede servir.

Ni loca iba a utilizar la repostería a mi favor, no me imaginaba ningún futuro con alguna gorra y un mandil blanco y cocinar bajo estrés. 

-      Señorita Hale, es que yo iba a dedicar ese tiempo para estudiar en la biblioteca, junto con Lee íbamos a asistir a clases con mejores promedios. –puse cara de perrito mojado –Pero el taller de repostería lo hará imposible. Necesito un cambio. –casi me rompo los huesos de mis dedos por cruzarlos. Sabía que la Señorita Hale era alguien a quien se puede persuadir fácilmente. –Es sólo un cambiecito de datos. –puse cara de niñita buena.

La secretaria que estaba sentada a lado de unos escritorios hizo el ademán de irse. Me quedé sola con la Señorita Hale; la psicóloga y encargada de aulas de la preparatoria Hudson.

-       Bien –aceptó. –pero a cambio usted será tutora de un alumno que se le designe. Con su amiga Lee no me las puedo lidiar; sería algo indisciplinado dejarlas a ustedes dos en una biblioteca, ustedes son capaces de crear fuego de la nada y quemar los tesoros de la famosa biblioteca. Incluyendo lo bullera que es Lee, ella se quedará en repostería. –rodó los ojos. –ella tiene que enfrentar sus malos momentos y qué mejor que asistiendo a esas clases.

Bueno eso no era lo que tenía en mente, quizá Lee sepa entender que necesito subir mis notas más que las de ella. Era un buen paso. Pero ¿no sería egoísta?

-      Está bien, lo haré –es mejor aceptar rápido antes que atenerse a las consecuencias. – ¿Será una niña que necesite asesoría en letras? Soy muy buena en eso. ¿Sería tan sólo un par de días? –sonreí alegre pero mi sonrisa se fue difuminando mientras la Señorita Hale intentaba corregirme. – ¿No es un niña pequeña? ¿es mayor?

-      En realidad es un chico; y es de tu edad, está siendo transferido de la Preparatoria de la Costa Este. Sólo necesitaré que le ponga al tanto de todo y que lo asesore con sus clases es muy fácil, asesoría de Literatura. Lo pondré en la mayoría de sus clases para que no la esté buscando o se éste perdiendo. Sabes que la Preparatoria Hudson es muy grande. –sonrió orgullosa.

-      Espere… yo no tengo tanto tiempo para eso. –bufé. Obvio que no. –No me voy a convertir en guía de nadie. Es más para eso está el comité de bienvenida. ¿Literatura?

-      Es eso o quedarse en clase de repostería. –Acomodó los lentes sobre el puente de su nariz. –Usted elige Señorita Thompson. 

-      Entonces serán las clases de repostería. –apremié – Estar con Lee me alivia un poco y…

-      Cambié de idea. –Me interrumpió con énfasis –Ustedes dos harían algo en esa clase que podría resultar alguien herido. Últimamente la Profesora Jefferson está algo alterada de los nervios luego del problema que tuvo con Lee Carton hace un par de años. Ahora la estoy obligando a que no esté en esa clase. Su nombre no estará en la lista de la Profesora Jefferson mañana. Pero estará en la lista de tutores y por ello también se le asignarán puntos, es como pasar un examen bimestral. En la lista estará el nombre del alumno y yo se lo presentaré temprano para que comiencen ese mismo día. –Sonrió hasta que le secretaria entró con un montón de fólderes manila.

Iba a reclamar esto. Le iba a dejar a Thomas un ojo morado. Lee no me perdonaría esto. Me matará cuando se entere que no estaré en la clase de la profesora Jefferson para acompañarla en su viacrucis. Pero sobre todo me iba a vengar a de Thomas, las dos, Lee y yo lo íbamos hacer.



        Cuenta… habla, desembucha. ¡Habla, Ange! Dime, ¡dime! –le iba a contar todo pero por la prisa que ella misma tenía no hubo momento en el que se callara.

-      Pues ya que me sacaste de clase de filosofía justo cuando el profesor me preguntaba si era correcto que le entregara un trabajo mínimo de diez hojas con las ideas de Platón. ¿Qué quieres que te cuente? Darling. –la miré pestañando exageradamente.

Me crucé de brazos algo irritada por ser la única en recibir tarea en esa clase. ¿Qué tenía que responder a esa pregunta? ¿Cómo yo voy a saber lo que pensaban Aristóteles y Platón? Estaban muertos y yo no podía leer mentes. ¡Qué absurdo!

-      Oh… más tarea para ti solita –intentó burlarse pero la detuve con una fría mirada. –Está bien, lo siento. Es sólo que estoy preocupada. ¿Puedes creer que Francis estuvo toda la clase coqueteando conmigo y yo no le daba bola porque estaba preocupadísima por saber qué había pasado? Teníamos planes, Ange. Íbamos a utilizar la mitad de horas de estudio para comprar ropa en una tienda que han abierto en el centro…

-      ¡Lee! –gruñí.

Rodó los ojos exageradamente –Bueno, pero íbamos a estudiar. Todo por culpa de Thomas, qué tiene que decidir sobre nosotras. Seguro él se moría por entrar ahí y por no cumplir sus sueños frustrados nos metió a nosotras. Es tan sólo un chico rechazado que se unió con nosotras para tener un puesto en la Prepa –pataleó como una niñita engreída.

-      No lo creo, él es bueno con nosotras sólo que ahora sí se pasó. Y lo sé ¿Puedes creer que él tenía un libro de repostería en su casillero? Pero estoy pensando en darle una muy buena lección. –dramaticé sobándome las manos como una bruja malvada. –Una muy buena lección.

-      En fin, ¿me lo dirás? ¿Pudiste convencer a la Señorita Hale de cambiarnos de clase? –Rayos, ella realmente estaba esperanzada con que hiciera algo. No podía romper su corazón, no ahora cuando necesitaba que me prestara su lápiz labial. Mentira, no lo hacía por el lápiz.

-      Bueno –comencé a decir nerviosa. Me aclaré la garganta y dije lo primero que pasó por mi mente. –No pude hacer nada. Tendremos con conformarnos en estudiar por la tarde y salir de compras los fines de semana.

-      ¿Porqué tanto drama con una simple clase de repostería? –comentó, Mine que había entrado al baño. No la había escuchado entrar; a veces me asustaba por eso, parecía como un fantasma bulímico; otra connotación de Thomas.

Llevaba una minifalda caqui con botines marrones, una blusa casi transparente. Ella sí que quería llamar la atención sobro todas las cosas.

-      Mine. Mira, zorrita, no sé cómo te enteraste pero no es tu drama. Es más ¿sabes? Tú deberías estar en esa clase. Comer no te haría nada mal. –comentó Lee.

Nunca había visto a Lee tan molesta, excepto el día en que de casualidad –no fue mi culpa –Fuimos a una fiesta en el centro y la ropa cara que estaba usando fue prácticamente hurtada; ella me había estado echando la culpa de que por mí habíamos entrado a ese mugriento callejón.

-      Oh… entonces ya veo la razón –Mine rió como loca; sin exagerar. –No quieres estar ahí porque comenzaras a tragar y hacerte una bola…

-      Como lo eras antes –completó su oración. Lee levantó las cejas y frunció los labios. Punto débil.

Mine le dedicó una mirada gélida, recogió su largo cabello pelirrojo en una cola y salió del baño haciendo sonar sus largos tacones y moviendo la colita.

-      ¿Escuchaste lo que me dijo? –colocó su bolso sobre el aparador donde estaban los lavaderos. Sacó algo de maquillaje y yo también aproveché a tomar un lápiz labial.

-      Estaba junto a ella –me encogí de hombros.

Cogí el primer lápiz que vi. Era color carmín oscuro.

-      No. Ese color no te va. Mejor ponte este –me entregó el lápiz labial un tono más bajo que el anterior. –Mine, es una pedante de lo peor…

-      Voy a parecer muerta, mi piel no –

-      No te quejes, eres de tez blanca. Y para mí, mucho maquillaje se vería algo recargado. Te queda mejor. Eres bonita y tienes que lucir tu belleza. Cómo yo –rió por lo bajo.

Me miré en el gran espejo que ocupaba la mayor parte de la pared donde estaban los lavados. 

Tenía el cabello suelto y algunos rizos se pronunciaban después de caer por mis hombros. El color de mi cabello era un castaño muy claro con algunos mechones rubios que me pinté el año pasado por sugerencia de Lee. Mi piel sí que era muy clara; no tanta como la de Thomas que había heredado rasgos albinos de su madre. Mis grandes ojos avellanas verdosos brillaban con la tenue luz del baño mientras que mis labios tenían el color exacto para un maquillaje simple y fresco. Lee tenía razón. Ella es muy buena con lo que respecta el estilo de alguien; se notaba por la ropa de marca que usaba y sus caros zapatos; claro teniendo un padre con mucho dinero qué le podía faltar.

-      Tienes razón. –limpié el sobrante de maquillaje de mi rostro y nos dirigimos a la salida.


Mi madre adoptiva, Fernanda me daba dinero para ir y venir de la preparatoria así que no tenía que lidiar con quien alguien me jalara. Pero Lee tenía un chofer para ella sola a su disposición las 24hrs. Su padre era una especie de empresario que hacía dinero muy fácil y Lee podía obtener todas las ventajas. Su chofer, junto con ella, había estado llevándome a casa por los últimos seis meses. Eso era bueno pues así no tenía que gastar el dinero de Fernanda y lo podía ahorrar para la universidad. 

-      Nos vemos mañana, no llegues tarde. Qué lástima que no hayas podido hacer nada. Y qué suerte, por desgracia, que Thomas nos haya inscrito a las dos juntas. Moriría si estuviera sola en esa clase, sería lo peor.

Sentí lastima por Lee. No por Lee no, por mí. No merecía no saber que ella se quedaría ahí y yo tuviera mi tiempo libre para estudiar. Aunque no tanto ya que tendría que ser tutora de alguien a quien no conocía. ¿Para qué más?

-       Pero se supone que me recogerías –intenté cambiar de tema mientras salía del Audi negro aparcado en el porche de mi casa.

-      Lo sé. Es sólo que Marco –ladeó la cabeza hacia el chofer –sale de vacaciones y mi papi va a llevarme mañana. Pero sé que te las puedes lidiar sin mí para y a la preparatoria. –me guiñó un ojo y el auto se alejó.

-      Sí, me las puedo lidiar sola. Sólo espero que mañana no tengas que decidir hacerme lidiar con esto todas las mañanas hasta que no nos veamos –susurré.

Fernanda y Walter no estaban en casa así que subí hacer mis deberes hasta que llegaran para ayudar a mi madre con la cena.

Comencé a pensar ¿Por qué tanto lío con todo esto? No fue una decisión mía ser tutora de alguien. Y todo fue culpa de Thomas.

A Lee, la conocía desde siempre, bueno para ser más exactos desde que tuve que comprar mi bicicleta a los catorce años en un mall del centro; las dos queríamos el modelo de moda color negro con plateado, pero sólo había uno en esa tienda. Luego de tanto berrinche el encargado nos trajo otra y nos hicimos muy amigas desde entonces, pues descubrimos que teníamos los mismo gustos, aunque con el tiempo comenzaron a cambiar; eso no nos preocupó. Y por supuesto que juntas nos hicimos los primero moretones al montar la bici. Yo no miento y nunca he mentido pero Lee es de las personas que te incitan hacerlo, ¡muchas veces! No la culpaba, ella era muy liberal en la forma de expresarse y no le importaban mucho las consecuencias, a no ser, claro está, que tenga que ver con sus consecuencias. En conclusión: Ella se enteraría mañana que yo ya no estaba en esa clase y por otra parte yo actuaría como si estuviera sorprendida, no le haría daño a nadie.

En consecuencia, tenía que hacerme cargo de un nuevo Thomas, seguro otro chico que no sabría medir las consecuencias de sus actos y que sea un irresponsable.

He tenido tanta suerte en ello, pensé sarcásticamente.

Nunca había sido tutora de nadie, no estaba apta para hacer ese trabajo pero me pareció sencillo cuando la Señorita Hale describió lo que tenía que hacer era prestar apuntes para ponerse al día, asesorarlo en algunas clases y punto, no más. Luego lo dejaría a un lado para seguir mi vida normal. Además recibía puntos como si estuviera en una clase normal.

        Cariño, ya estamos en casa –dijo, Fernanda desde la parte baja de la casa.
Me había quedado dormida todo este tiempo. Salí disparada hacia abajo mientras Walter extendía sus brazos para saludarme.

        Angella, ¿cómo estás? –la di un beso en la mejilla.

        Bien, algo agotada por las clases, pero bien. Y ¿tú?

        Espero que le den algunas estrellas al restaurante, un día también agotador.

Había ayudado a Fernanda con la cena. Supongo que nos quedó bien pero el que daba el veredicto era Walter.

        Perfecto –sonrió saboreando la crema.

Todos sonreímos y comenzamos a comer.

      ¿Cómo te fue hoy? Angella –preguntó, Fernanda, sirviéndome un poco de ensalada.
Ella era hermosa; cabello negro y ojos verdes, hubiera deseado que ella fuera mi madre de verdad. No había conocido a los míos pero estaba agradecida de conocerlos a ellos dos.

      Me convertiré en tutora de un chico. –dije cabizbaja. –y tengo tarea de filosofía para mí sola…

      ¿Para ti sola? Comienzo a pensar que hay un tema dentro de eso –sonrió intentando lograr que le contara, pero no lo iba a decir que estaba mal en los cursos –Y sobre lo de ser tutora pienso que eso es bueno, ¿te darán puntos por eso? –Walter era el que tomaba la parte buena de las cosas.

      Sí, pero todo fue culpa de Thomas, él y su bocaza. Fer, ¿hay alguna cosa que puedas hacer? Tú sabes, ir allá y hablar para que me cambien, de verdad no quiero. –puse cara de perrito mojado.

      Creo que no, Ange; cuando te dan responsabilidades hay que aceptarlas. Vamos quizá sea divertido. –tocó mi hombro. –Dale la oportunidad a otros. Sé que serás una buena tutora...
Cominos en silencio, no era un silencio incómodo en dónde nadie dice nada, simplemente se sentía bien estar así.

       ¿Me ayudas a lavar los platos? –di un suspiro y asentí. 

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