Capitulo 2


Grito de auxilio.

-      ¿Queeeeeeé?!!! –me llevé las manos a los oídos.

El grito de Lee fue tan fuerte que me animó a actuar más sorprendida de lo que había planeado estar. Toda la gente volteó a vernos.

-      ¿Qué pasó? –me asomé a la vitrina dónde la bendita lista amenazaba con romper mi amistad con Lee.

-      Tú… yo… ¡¡Noo me lo pueeedo creeer!! No es justo. –estaba muy alterada, es más Lee parecía estar en estado de shock. –Angella tienes que hacer algo. –me tomó de los hombros y comenzó a sacudirme. –Te sacaron a ti pero a mí no… ¿estás segura que…? –entrecerró los ojos, me examinó... Upps –No. Tú no eres capaz. –lloró dramáticamente. –Lo sabías… tú lo sabías desde ayer y no me lo dijiste. –pataleó.

-      Te lo iba a decir pero…

-      ¿Eso fue antes de usar mi lápiz labial o después? –golpeó con la punta de su zapato en el suelo. No le respondí, la voz no me salía. Estaba dolida. –Angella, no me vas a hablar ¿verdad?

-      Pues sabes qué creo, Lee –asomó su cabeza para ver a Thomas quien hablaba con la mayor despreocupación del mundo, otra vez. –Creo que Angella no necesita ser regañada, quizá un poco. –Me sonrió, aunque noté que lo hiso un poco fingido así que  simulé cortarle el cuello.

-      Thomas, tú no te metas en esto. ¿No crees que has hecho suficiente? –volvió a girarse hacia mí.

-      Me meto, porque ahora Angella tiene algo peor que la clase de repostería. –Lee paró la oreja. Corrió hasta donde estaba Thomas, en la otra vitrina.

-      ¿Peor? No hay nada peor que eso. –bufó, Lee.

-      Ser tutor de alguien, sí –Thomas frunció sus labios mientras señalaba la hoja en donde yacía mi nombre. –y de alguien transferido. Te apuesto a que fue la conducta lo que le obligó a transferirse. Una vez fui tutor de alguien porque creí que sería fácil. Créeme, no sé tú pero yo no estaba listo. El tipo no entendía mi hermosa letra y además era asmático. Se quejaba de que caminaba muy rápido por todos lados. Por último tenía que ponerlo al día desde el principio de clases. ¿Sabes lo que es eso? ¡Estresante!

Lee me miró atónita. Luego su dura mirada se suavizó tanto que me estremecí. ¿Tan malo era tener un alumno transferido? 

-      ¿Quién es? –inquirió, Lee acercándose a Thomas. Y yo seguía ahí como tonta sin hablar.

-      Un tal Max Patrick. –Él se encogió de hombros.

-      Ha, ha… Pobre Ange, lo siento por ti –Lee trató de darme ánimos. En realidad me gustaba la forma en la que se había tornado la situación. A mí no me incomodaba mucho ser tutora de alguien supongo que lo había aceptado.

-      ¿Saben qué? A ese tipo lo despacho rápido. Se va aburrir tanto de mí que va a suplicar no tener tutor. Y así podamos reclamar sacarte de la clase de repostería. –Mi súper plan funcionaría a la perfección simplemente porque yo lo había planeado.
Bien, Lee había aceptado haberle mentido, aunque no me haya dicho. Sin embargo no lo había hecho tan descaradamente, es sólo que omití información. 

-       Señorita Thompson –La voz tan delicada de la Señorita Hale nos alarmó a los tres. Thomas dio un grito tan afeminado que Lee y yo lo miramos extrañadas. –Sígame, el alumno que tiene que guiar está en dirección.

Lee me dedicó una mirada de pena mientras que Thomas sonreía abiertamente.

“Me las vais a pagar” gesticulé.

Ambas caminamos hacia su oficina. Había un par de personas sentadas esperando a ser atendidas. Pero me llamó la atención un joven que estaba sentado de la forma más fresca, como si fuera su casa; piernas estiradas, manos en los bolsillos y parecía bien relajado. Me quedé mirándolo mientras la Señorita Hale abría la puerta de su oficina.

Aquél vestía una polera con capucha de color plomo oscuro y un jeans negro con un diseño de estar rasgado en las piernas. Su cuerpo se veía esbelto y alto, además de los músculos que se distinguían sobre la tela pero no era tan musculoso. Normalmente no soy de las personas que se fijan en lo que viste o no viste una persona, siempre voy directa a ver el rostro; sobre todo los ojos. Como dicen algunos: los ojos son las ventanas del alma. Pero ese joven tenía la cabeza inclinada hacia abajo y puesta la capucha.

Alguien pasó detrás de mí con una carreta de documentos e intenté moverme hacia adelante para darle espacio. Mis zapatillas rechinaron en el suelo recién lustrado y eso fue suficiente para llamar la atención de todos ahí, incluyendo al joven. Él levantó la cabeza poco a poco y en su perfecto y bonito rostro se dibujó una sonrisa; no pude distinguir qué tipo de sonrisa era, quizá era una sonrisa de burla, de saludo o de coquetería. No, borren la última. Quise ver sus ojos, pero ¿saben qué? Llevaba lentes de sol.  

-      Angella –llamó la Señorita Hale con impaciencia. Yo comenzaba a abochornarme de pronto.

Entré a su oficina y tomé asiento. No había ningún alumno esperándonos. Eso era bueno pues quizá se arrepintió y no vendría nunca a la preparatoria. 

-      Este es su nuevo horario, sólo modifiqué las clases de física, química y biología que serán los viernes, los demás están iguales, ambos llevan por casualidad estas mismas clases algo atrasadas. Usted sabe, es sólo para que el horario de Max Patrick coincida con el de usted. –Y ella seguía hablando de él como si estuviera ahí. Esperaba que no llegue nunca.

-      ¿Mi nuevo horario? –lo tomé entre manos. Algo iba mal. No quería estar con él todas las clases hasta que se terminé el año. Aunque tan sólo faltasen un par de meses.

-      Bueno, las tres primeras horas de hoy las tendrá libres –puse cara de pocos amigos. –se la pasará enseñándole a Max la Preparatoria Hudson.

-      Pero él no está aquí. –Miré hacia todos lados. –Yo no lo veo, es más no lo he visto hasta ahora…

La oficina de la Señorita Hale era pequeña pero muy bonita, es decir la forma en que ella utilizó las flores y los libros para decorarla hablaban muy bien de su personalidad.

-      Eso era lo que esperaba que dijera –apretó un botón de su intercomunicador –Carmen, ¿puedes hacer pasar al Señorito Max Patrick? –casi me parto de risa cuando dijo “señorito”.

La puerta se abrió tras de mí y no quise mirar. Coloqué mis codos sobre el escritorio y tapé mi 
rostro. Me quedé buen rato así.

-      No se haga la graciosa, Angella –di un suspiro y alcé la vista.

Era él. El joven de la polera ploma. Casi muero de vergüenza, seguro me vio mirándole como estúpida. Y todavía me dedicó una sonrisa. Quería gritar muy, muy fuerte.

-      Angella Thompson, el es Max Patrick Marie. –sentenció la Señorita Hale.

Apenas levanté la vista para dedicarle una pequeña mueca como diciendo hola. Él volvió a sonreír sin mostrar los dientes. La sangre se me subió al rostro, así que lo alejé de su vista.

-      Yo sé que se llevarán muy bien –apremió la psicóloga cuando nadie decía nada y se comenzaba a crear la tensión en el ambiente. –Bueno para no perder más tiempo, ya pueden retirarse. Señorita Thompson, empiece su labor.

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      Ésta es la cafetería –extendí mis manos para mostrar la inmensa cafetería que estaba en el ala sur de la preparatoria.

Pero lo único que él hizo, como las otras veces, además de tener las manos en los bolsillos fue levantar la vista a penas; lo peor es que parecía que en vez de mirar el lugar donde comería el resto del año me miraba a mí, o eso creía porque estaba en desventaja ya que él llevaba lentes oscuros ¡ni siquiera había tanto sol! Por primera vez en la vida me sentí intimidada por alguien que ni siquiera intentaba hacerme sentir así… o quizá ¿sí? 

      ¿De verdad te interesa conocer la preparatoria o estáis tan aburrido como yo? –me senté en una de las sillas. Prácticamente la cafetería estaba vacía, porque todos estaban en clase. Extrañaba a Lee, en estos momentos ella estaría en clase de repostería, quizá preparando algún pastelito para envenenar a Mine, bueno, eso haría yo.

Creí que no respondería hasta que se sentó a mi lado, muy cerca. Odiaba no tener contacto visual, es decir no con él pero se sentía como si se estuviera hablando con un maniquí. Y nunca respondió, ¡qué grosero! ¡Totalmente humillante!

      ¿Habláis o no? Dímelo de una vez para no estar gastando saliva por ti –me crucé de piernas. Felizmente había elegido ir ese día con un pantalón y no con falda como lo había recomendado Lee que decía que debería mostrar más mis esbeltas piernas.
Pero este tipo comenzaba a irritarme. Ya habíamos pasado por los salones y lo último que nos faltaba era el ala norte donde estaban las zonas abiertas para los deportes y los eventos. Max no hablaba, tan sólo asentía y me seguía como estúpido. ¿Qué, era mudo?

      Bueno, supongo que si no te interesa por lo menos deberías poner algo más de entusiasmo fingido. Tienes cara de zombie. ¿O es que eres un zombie y por eso usas lentes de sol? Leí de un libro que son propensos a la luz y… –rodeé los ojos al darme cuenta que seguía con la misma actitud. –Cómo tú quieras...

Me levanté del asiento no sin antes tropezar con su pierna que había estirado. Él me sostuvo de la muñeca para que no caiga. Eso me asustó un poco porque a través de la tela de mi polera sentí una especia de picazón, algo así como si estuviera en el sol y éste fuera tan fuerte que lo provocara.

Dudé en soltarme y antes de hacerlo él se paró junto a mí y me sacó ventaja caminando solo.
Me quedé pasmada por una milésima de segundo mientras pensaba en seguir y no comportarme como una tarada.

Caminé como lo había hecho toda la mañana, me dirigí al gimnasio adelantándole el paso a Max. Sólo me di cuenta que Max me seguía porque arrastraba los pies como un paciente enfermo en un hospital y eso ¡me enfermaba! Es más preferiría estar en un hospital que escuchar arrastrar sus tan pesados pies.

Traté de caminar lo más rápido posible para que así él sufra lo que yo sufría. ¿Le pesaban los pies? Era momento de ponerse activo.

      Este es el gimnasio, el Entrenador es muy rudo con los nuevos, espero que sufras. Sin embargo él es muy bueno enseñando y ¿sabes qué? Puedo defenderme muy bien. –Exacto, lo que le quería decir era, en otras palabras, que no se metiera conmigo.  – Él también enseña natación. Aquí se practican artes marciales, yudo, taekwondo y muchos deportes de contacto físico, yo practico taekwondo…

Bajamos la plataforma para entrar a la piscina techada que teníamos. Se tenía que subir unas escaleras y luego bajar unas cuantas. Esta zona era muy amplia, lo suficiente como para una fiesta de fin de año como lo hacían siempre y con el apoyo económico de los padres de Gabriel y Marco, ellos eran los más adinerados en la preparatoria.

      Y cómo verás, esta es la piscina –Max ladeó la cabeza mirando el agua helada. Pude ver su reflejo en él, se veía atractivo.


Stop, no, nada de atracción. Quizá era un chico lindo pero demasiado extraño.

        Aquí se hacen las competencias con otras escuelas, como verás es una piscina olímpica. Creo que nos toca natación los jueves. Pero te diré que odio el agua helada; al igual que odio estar hablando como tonta con un zombie que está hecho el aburrido y no muestra señales de vida más que estar parado mirando hacia no sé dónde –. Me exalté y descubrí que había comenzado a gritar.

Se giró hacia mí y tuve miedo de que me hiciera algo. No había nadie ahí y yo de tanto hablar quizá provoqué en su interior tanta ira como para mandarme a volar. Justo como lo que quería. 

Pero me asustaba estar a solas con él.

Sacó más manos de los bolsillos del ancho jeans y retiró la capucha de su cabeza dejando al descubierto su alborotado cabello rubio claro. Estuve a punto de mandarlo a volar cuando me di cuenta que tenía los audífonos puestos. ¡Qué rabia! De seguro no me ha estado escuchando todo este tiempo y lo estaba disfrutando como un zombie nerd. Pero después subió los lentes hacia su frente y literalmente se me cayó la boca.

Antes de hacer nada me quedé paralizada. Sus ojos atrajeron los míos con un tipo de magnetismo, me quedé en silencio; un silencio que quería romper con todas mis fuerzas, sólo que éstas se habían debilitado hasta el punto de no querer ni parpadear.

Su mirada era tan lasciva como ¿angelical? Era como dos ideas combatiendo entre quedarse en ellos: el bien y el mal. ¿Se podía ver todo eso en un par de ojos? Pues sus ojos decían todo por él. Y se sentía tan bien estar ahí mirándolo como una estúpida que… No. No podía comenzar a pensar en eso. No era de ese tipo de personas que se enamoran de cualquier persona a la que ven atractiva, porque no lo era.

Rayos… quién metió enamorar en mi mente. ¡Sácalo! –pensé deliberadamente. 

Es sólo que esto era diferente, era como sí y no. Exacto, su mirada era un misterio, la forma de los colores que la dibujaban le daba un toque hipnotizador, eran grises verdosos y se veían tan profundos como un cielo mágico.

Traté de alejarme de él. Retrocedí un par de pasos cuando por fin él pestañó, noté que su mandíbula se curvaba hace arriba para sonreírme, fue ahí donde me giré. Sólo que no fue lo que esperaba, perdí el equilibrio y caí a la piscina.

Grité como loca porque el agua estaba helada y olía muy fuerte a cloro. Esto sin duda arruinaría mi cabello. O como diría Lee, necesitaras un tratamiento por lo menos un mes seguido, querida.

Me sumergí por un momento, pero al deslizarme y comenzar a nadar hacia la subida me dio un calambre en la pierna izquierda. El dolor era tan intenso que creí que había lágrimas en mis ojos, sólo que no lo sabía porque estaba en el agua.

Y fue entonces donde lo vi. Max estaba arrodillado al borde de la piscina. Tenía una mano extendida hacia mí. Lo miré más que molesta, irritada y lo odiaba. Todo había sido su culpa. 

Aunque no directamente pero él intentaba hacerme algo.

Me acerqué al borde de la piscina, adolorida. Me tragué todo el orgullo que tenía y extendí mi mano para ser ayudada por el zombie.

De pronto una idea surcó en mente. Pero creo que yo no era tan mala como para tumbarlo a la piscina a él también. Entonces sólo me dignaría a aceptar su ayuda. Por ahora, ya que luego me las pagaría.

Cuando mi mano rozó con la suya, una descarga eléctrica paralizó mi cuerpo; literalmente era una descarga eléctrica que recorrió todo mi cuerpo porque aunque estaba mojada, los vellos de la nuca se me erizaron y mi corazón se aceleró a un ritmo que no supe descifrar.

Sujeté tan fuerte su mano que al querer soltarme no lo pude logar, lo único que resultó fue que él perdió el equilibrio y cayó a la piscina junto conmigo.

Intenté salir de ahí, el calambre de pronto desapareció de mi pierna izquierda. Pero el agua parecía congelarse. No veía a Max, y quizá porque no prestaba más atención a querer salir de ahí, la piel comenzaba a quemarme del frío.

La voz del supervisor me alarmó. Había entrado corriendo al vernos ahí.

        ¿Qué es lo que se supone que hacen? ¡Salgan inmediatamente de la piscina! –gritó. Me extendió la mano y logré salir. Traté de exprimir toda mi ropa. Estaba hecha un desastre. De seguro todo el maquillaje se había corrido de mis ojos. – ¿Cómo se llama su amigo?

          Max Patrick Marie, y no es mi amigo –. Me crucé de brazos temblando de frío, los dientes me castañeaban.

        Max, salga de la piscina. –gritó.

Pero Max no salía, es más estaba flotando boca abajo y apenas salían burbujas de aire a la superficie.

Algo estaba mal, muy mal y raro. Max no respondía ni se movía; y o sea no raro como lo estaba de costumbre, estaba más que raro, ese era un tono diferente. Él se estaba ahogando, pero ni siquiera intentaba salir de ahí.

El supervisor se tiró a la piscina sin dudar y lo envolvió en un abrazo. No podía moverme presa del miedo. ¿Lo habré ahogado? Rayos, esto no está pasando. Ahora sí que parece un zombie de verdad. Y yo me convertiría en una asesina.

Para sacarlo de ahí tuve que ayudar, jalé a Max de su polera, no me arriesgaría a tocarlo. Y luego junto con el supervisor lo acomodamos en la colchoneta. Sus ojos estaban cerrados y sus labios se estaban poniendo morados.

Me alejé de ahí sin querer, intentaba tomar distancia. El supervisor le tomó el pulso. Por un segundo pensé que él dudaba en encontrarle el signo vital. Me estremecí. Luego dio un largo suspiro de alivio. Lo había hecho, él aún respiraba.

        Necesito que vayas corriendo a la enfermería y avisarle lo que ha pasado. –abrió los ojos esperando mi respuesta. – ¡Thompson! ¡Corra, ya!

Después de una fracción de segundo estaba atravesando el patio dejando mis huellas de agua. El sol de había ocultado tras de un par de nubes negras. Y por alguna razón me di cuenta que llovería pronto.

Oh, no. No debí haber aceptado su ayuda. Nunca. Pero ¿qué había pasado? ¿Qué fue lo que ocasionó la descarga eléctrica? ¿El reproductor musical que tenía, Max? Max.
Max, sólo espero que esté bien. No quiero tener en la conciencia la culpa de que él no esté bien.

Llegué a la enfermería jadeante. La enfermera me miró como si estuviera pasándome rayos X. Luego se levantó del asiento corriendo hacia mí.

      Necesito ayuda. –traté de calmarme pero no pude. Lloré sin miedo. Las lágrimas calientes bañaban mi rostro. Todo el cuerpo me temblaba producto de la adrenalina y parecía estar muy pálida.

      Angella… ¿Qué fue lo que te pasó? –preguntó Carla, entregándome una toalla.

      Un amigo mío cayó… se cayó… a la piscina y parece que… que… está… ¡rayos! Él está inconsciente, no sé que hacer –me llevé las manos al rostro muriendo de miedo.

      Tranquila. ¿Él está fuera del agua? –asentí con la cabeza. –Quédate aquí, voy a ver cómo está.

Carla salió de la enfermería y me tumbé al piso de rodillas. No podía dejar de pensar en su mirada. Esa mirada ¿por qué, me ha afectado tanto? Yo debería estar allá para ayudarlo, pero no ya estaba hecha una mocosa llorando como loca desquiciada sin pudor.

      Para qué mentiría, Señorita Hale –esa era la voz de Lee. Cada vez se acercaba. –me siento muy mal, tengo un dolor de estómago horrible. –se quejó Lee.

      Mire, Señorita Carton, eso lo dirá la enfermera, sólo espero que no mienta para faltar a clases de repostería…

Ambas se quedaron viéndome. La Señorita Hale prácticamente se lanzó a mis brazos.

      ¡Angella! ¿Qué pasó? –preguntó e intentó pararme. Pero era imposible, estaba amarrada a la culpa. Se arrodilló a mi lado.

      No quise… él… él me tocó… y yo, yo no quise. Todo fue tan rápido –no podía hablar con la suficiente coherencia, estaba tan nerviosa que parecía tener hipo. Simplemente no podía hablar. Mi cerebro bloqueó todo tipo de información.

      ¡Cómo es la gente en este mundo! ¿Él quiso abusar de ti?  –exclamó Lee. Yo simplemente la ignoré, no era momento para bromas. Pero la señorita Hale me miró esperando su respuesta.

      No –…lloré.

      ¿Dónde está? –preguntó la señorita Hale.

      Él no respondía… agua.

      ¿Quieres un poco de agua? Caray, Ange ¿Cómo vas a querer más agua de la que tienes encima?–preguntó Lee, arrodillándose también a mi lado. Intenté fulminarla con la mirada pero me salieron más lágrimas.

      No, eso no es… lo que quiero decir… caímos a la piscina, luego… vino el supervisor y...
No concluí la oración porque el supervisor llegó a la enfermería cargando a Max, lo acomodó en el catre y yo automáticamente volé a su lado.

       ¿Está bien? –lloré –no quise hacerlo… de verdad –se me atragantó la voz.

      Tranquila, Angella –dijo la enfermera. –Ella está en un ataque de shock –explicó hacia los demás. –Angella, ven recuéstate aquí…

      No estoy en shock… sólo, no fue mi culpa –quizá si estaba en shock porque no dejaba de repetir eso hasta que me dieron agua de azar para los nervios.
No podía escuchar ni ver a nadie más que a Max, estaba cómo lo había conocido: callado como zombie pero este silencio era peor, este silencio me mataba de culpa.

Me recosté a un lado de él pero no quise tocarlo, no sabía que reacción tendría; quizá aun tenía el reproductor musical y estaba echando chispas por todo su cuerpo. Poco a poco fui cayendo en el cansancio, parecía que mis fuerzas se desvanecían con cada segundo ahí.

Pude contemplar a Max por un momento más antes de quedar dormida. Su rostro se veía tan limpio con sus rasgos tan delicados y masculinos a la vez; sus ojos que era mejor cuando no los veía, estaban cerrados pero hacía fuerza al hacerlo, parecía como si estuviera combatiendo con algo en su interior. No entendía cómo fue que esa mirada haya provocado esa reacción en mí. Tampoco entendía todo sobre su toque. No podía creer que todo esto pasaba por mi culpa, apenas lo conocía hacía un par de horas y ya estaba así.

Cuando abrí los ojos estaba recostada en el otro catre de la enfermería, no recordaba haberme echado ahí.

Por un segundo olvidé todo lo que había pasado. Luego me acordé de Max. Giré la vista para cerciorarme de que Max estuviera ahí pero el catre estaba vacío. Me alarmé.

       Él se tuvo que ir… su hermano mayor lo vino a recoger –Carla, respondió a mi pregunta mental. Ella estaba escribiendo algunas cosas en un fólder desde su escritorio.

      ¿Se pondrá bien? –pregunté. Mi ropa prácticamente estaba seca pero tenía la sensación de estar con mucho cloro.

      Sí, fue sólo un susto. Él ya está bien. Al parecer, Max no sabe nadar y le dio como un ataqué de pánico, como a ti te dio un ataque de shock, no dejabas de repetir que era tu culpa mientras dormías –sonrió. Intenté sonreír yo también pero la alegría no llegaba a mis ojos. Lo que importaba es que él estaba bien –Has dormido un buen rato ¿eh? –bufó. –La señorita Hale, quiere verte en su oficina cuando despiertes… y ¿sabes qué? Estás despierta. Pero antes de que te vayas… Por ahí hay algo de ropa. Angella ¿Te sientes mejor?

      Sí, supongo que sí; descansar me hizo bien… gracias por todo. –me levanté del catre y me di con la sorpresa que Lee me había dejado algo de ropa. Era de suponerse que ella siempre traía dos mudas de ropa por si al caso. Y ahora yo la necesitaba; felizmente teníamos casi la misma contextura.

Una vez cambiada con unas sandalias y un vestido floreado naranja, me dirigí a la oficina de la Señorita Hale.

Al momento en el que levanté mi mano para tocar la puerta salió del señorita Hale.

      Adelante, Angella. –tomé asiento. Y agaché la cabeza. –Dime qué fue lo que pasó allá. –directa, la conocía desde hace mucho por eso la confianza, pero ahora parecía enojada.
Vacilé antes de hablar. Ni loca le iba a decir que la mirada de Max me impactó tanto que caí a la piscina y que su toque era eléctrico para mí. O quizá también lo habrá sentido el supervisor, tenía que preguntárselo. Y por qué hacía tanto drama en mi mente.  

      Fue –… me estremecí porque pasaron imagines en cabeza –es que me distraje y caí a la piscina. –seguí mirando hacia abajo. Ella era una psicóloga; sabía muy bien si mentía ¿no? –él intentó ayudarme… pero… –fue ahí donde de la nada me electrocuté con su tacto; claro ahí si pensaría que estoy loca. 

      Pero ¿qué? –inquirió.

      Pero yo lo jale hacia el agua. –Él se había aferrado tanto que calló por no haberme soltado. De todos modos yo tenía la culpa.

      Entonces admites que lo hiciste por un simple gusto de verlo en la piscina. –pude sentir su potente mirada quemándome la piel.

      Sí… pero no lo pensé, yo simplemente…

      Quisiste hacer un complot para que no seas tutora. Como te habías quejado tanto, eso es lo que yo debo suponer. Y me parece muy irresponsable de tu parte haber hecho eso, Angella. Sólo demuestra la actitud de una niña, y tú no eres una niña, estas a punto de terminar el curso. Me temo que tendré que llamar a tus padres. Sin embargo seguirás siendo tutora de Max hasta nuevo aviso. Su hermano mayor vino a recogerlo y estaba muy enojado por este pequeño percance. –intenté no llorar.
No llores, Angella. Respira; me dije a mi misma.

      ¿A mis padres? Pero sólo fue ––

      Puedes retirarte. –no me dejó continuar. Caminó hasta la puerta y la mantuvo abierta hasta que estuviera afuera.

      Lo siento mucho –murmuré.

Las clases acabarían en un par de horas y yo no podía salir del baño hasta entonces. 

Realmente no tenía ganas de ir a ninguna clase. Escuché el timbre dos veces; si más no me equivocaba era momento del receso. Las bulleras conversaciones intentaron calmarme pero apenas lo intentaron. Desde el cubículo del baño me había enterado que Mine iba detrás de Francis; el chico de los bonitos labios. Pero me acordé que Lee me contó que él la estaba cortejando. Mine era una… (Sin encontrar palabra) Sin embargo no podía dejar de pensar en Max, rayos, me daba pena. Fue hasta que escuché la voz de Lee luego de que el receso terminó.

      ¡Lee! –me lancé sobre ella.

      Me has dado un susto de muerte –gritoneó. Luego se tapó la boca porque no quería llamar la atención del supervisor de pasillos. – ¿has estado aquí el resto del día? –susurró. –no me lo puedo creer. Pensé que te habías ido a casa.

      ¿Cómo quieres que me vaya a casa si tengo que hablar contigo? –su mirada brillo.

      ¡Cómo me conoces! Habla, rápido –me apoyó contra la pared – ¿Qué fue lo que pasó en verdad? Hey, te queda muy bien mi ropa.

      Lo que te conté –me estremecí. Ladeó su cabeza. Conocía era mirada; entrecerrando los ojos y atravesándome por completa. –bueno… pero sólo omití información…

      ¡Caracoles! ¿Tanto te afectó? No dejabas de repetir: fue mi culpa, no quise, él me tocó. –intentó imitarme. – ¿En serio te tocó? ¿Dónde?

      No seas cochina, Lee –me quejé alejándome de ella.

      ¿Qué? Yo no soy cochina… tú pensaste que lo era, entonces tu eres la cochina. Pero dimeee ¿dónde te tocó? –insistió.

      En la mano –dije secamente. Me miró con cara de tonta.

      ¿La mano? Estuve todo el día pensando en que él te tocó y me dices que ¿sólo la mano? –se llevó una mano a la cabeza para recoger un poco de su cabello negro.

      Fue la mano derecha, y fue cuando él intentaba ayudarme. Tuve tanto miedo. –volví a desesperarme.

      Espera… no estoy entendiendo nada. Te refieres a que él te dio la mano y… en primer lugar, ¿Cómo es él? ¡Es por lo primero que debiste haber empezado! ¡Demonios!

      Pero se supone que tú estabas en la enfermería –le reclamé.

      Pues estuve hasta que llegó cargado pero no lo pude ver porque la enfermera me sacó a patadas. –se sobó el trasero.

      Exagerada –musité.

      ¿Qué dijiste? –inflé mi boca. –bueno dime… ¿cómo era? O sea por lo que alcancé a ver se veía alto y parecía deportista. Amo los deportistas.

      Max, es… tiene un sonrisa linda, aunque parece arrogante; su cabello era muy claro pero con el agua lo habrás visto algo oscuro… y tiene una mirada…

      Vale que no me importa las miradas, ¿Es lindo? –rodé los ojos.

      Pues… es atractivo, sus delineadas cejas y su nariz recta en punta junto con unos labios gruesos y carnosos, creo que sí. –intentaba recordar su rostro, ya saben lo único que me acuerdo de él eran sus ojos, sus penetrantes ojos.

      Waa…!! Tengo una nueva partida. Quizá hasta yo pueda pedir ser su tutora. En fin, ya que me lo describiste, ¿qué fue lo que pasó? –habló tan rápido que por un momento creí que no pararía.

      Me caí a la piscina, y cuando él me trato de ayudar…
¿Tenía que contarle la reacción que tenía hacia él? Yo creo que no, simplemente se burlaría de mí y no tenía ganas para su tan sentido de humor.

      Yo lo jalé. Es que era demasiado fastidioso. Parecía un zombie, lo hubieras visto. Arrastraba los pies y ni siquiera hablaba. Hasta ahora no he cruzado palabra alguna obviando la parte en la que yo hablaba sola.

      Pues yo hubiera hecho lo mismo, pero me hubiera quedado ahí para darle respiración boca a boca…

      Lee… no es momento, de verdad me dio un susto horrible. Creí que se había ahogado. Me siento culpable.

      No te preocupes. Ya pasó todo ¿no?

      En realidad no. Llamarán a mis padres. ¿Sabes lo que es eso? –lloriqueé.

      Siempre te pasa, nos paramos metiendo en problemas y ellos paran viniendo… no creo que sea tan grave, es sólo una travesura más.

      No creo que sea eso. Nunca había visto a la Señorita Hale tan enojada. Y necesito tu ayuda para algo más.  

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